¿Qué tanto le hemos ofrecido a Bolivia? Entrevista para Revista Nos en conjunto con Mauricio Rubilar y Mario Ríos, realizada por Pamela Riveros
Aparte del famoso Abrazo de
Charaña, entre Pinochet y Banzer, los chilenos poco sabemos de esos actos
unilaterales a través de los cuales, según argumenta el Estado que dirige Evo
Morales, Chile comprometió una salida al Pacífico para su país. ¿Cuánto hay de
cierto en esos planteamientos? es la
pregunta que hacemos en este reportaje, detallando fechas, compromisos e hitos
históricos de las mentadas promesas que nos llevaron a un juicio en La Haya.
Miércoles 6 de mayo de
2015. Bolivia acababa de finalizar su primera ronda de alegatos en La Haya para
solicitar a los jueces de la Corte Internacional de Justicia que rechazasen la
excepción de incompetencia presentada por Chile, y declarasen que su demanda sí
estaba dentro de su jurisdicción.
A la salida del
Tribunal, el Representante Internacional de Bolivia para la causa marítima y ex
presidente de ese país, Carlos Mesa, fue abordado por la prensa chilena.
Poco antes, el equipo
jurídico del país altiplánico había centrado su argumentación en las “al menos”
11 ocasiones en que Chile había ofrecido mar con soberanía para Bolivia “sin
concretar sus propuestas”. En base a ellas, sus representantes solicitaron a la
Corte que obligase a Chile a negociar una salida al Océano Pacífico.
- ¿Cuándo fueron
aquellos ofrecimientos? le consultó un periodista chileno al “rostro público”
de la demanda altiplánica, Carlos Mesa, aquel 6 de mayo.
Sin repetir ni
equivocarse, éste respondió: 1920, 1923, 1926, 1947 y 1950, 1961, 1975 y 1983.
Probablemente, si la
misma pregunta se hiciese a cualquier otro ciudadano boliviano, la respuesta
sería más o menos similar, porque para ellos su “encierro geográfico” es una
causa nacional que se trata en colegios, universidades, organizaciones sociales
y en cuanto foro internacional participe alguna de sus autoridades.
“La habilidad de Bolivia
ha estado en el trabajo desplegado para comunicar su objetivo”, reconoce
Mauricio Rubilar Luengo, doctor en Historia y académico de la Facultad de
Comunicación, Historia y Ciencias Sociales de la UCSC. Evo Morales -dice- logró
darle a este anhelo un carácter de política de Estado, algo que no hicieron sus
antecesores, a quienes se les imputaba el uso de este tema como una estrategia
para lograr unidad en momentos de crisis internas.
Un libro (El libro del
Mar), documentales, una página web (www.diremar.gob.bo) y hasta canciones que
abogan por su reivindicación son parte de una ofensiva comunicacional que
encontró en las redes sociales a su mejor aliada para difundir su petición.
Bien distinta es la
realidad en Chile. Acá, la generalidad de sus habitantes desconoce aquella
parte de la historia a la que apeló Bolivia en La Haya. “En nuestro país la
demanda marítima boliviana siempre ha sido un asunto de una elite, en el que no
se ha querido involucrar al pueblo, a diferencia de lo que ha hecho Evo
Morales”, dice el magíster en Historia y académico de las universidades de
Concepción y del Desarrollo, Víctor Hugo García Valenzuela. Explica que en
Chile se ha hecho una construcción histórica de que la mediterraneidad
boliviana no es tema, porque es un asunto zanjado por el Tratado de Paz de
1904. Que ganamos el Litoral boliviano en una guerra, que eso no se toca y que,
por último, para solucionar estos asuntos están las fuerzas armadas. “Todos
esos elementos llevan a que el chileno esté 'en otra', pensando en su
bienestar, en su trabajo, en sobrevivir”, señala.
Una “falta” que ha
reconocido el gobierno de Michelle Bachelet. Por ello la cancillería decidió
reforzar su equipo para enfrentar a Bolivia en La Haya, sumando al periodista
Ascanio Cavallo, como coordinador de la estrategia comunicacional; al académico
Joaquín Fermandois, como coordinador de historiadores, y a Gabriel Gaspar en la
coordinación del despliegue diplomático para difundir los argumentos chilenos.
Como lo afirmó la Corte
en su fallo del 24 de septiembre pasado, lo que se dirimirá en el juicio es si
Chile tiene que negociar o no un acceso soberano al Océano Pacífico para
Bolivia. La discusión, por tanto, se centrará en las oportunidades en que hubo
acercamientos, propuestas, preacuerdos o incluso notas diplomáticas y
declaraciones de ex presidentes de la República donde se expresó esa voluntad
o, derechamente, se hizo un ofrecimiento.
Cada país se jugará por
demostrar que aquellas negociaciones, que Bolivia llamó actos unilaterales,
constituyen o no una obligación jurídica.
- ¿Cuáles de aquéllos que menciona Bolivia caerían en esta
categoría?
“Eso es un tema en
discusión y ahí está la polémica entre los tratadistas. Por ejemplo, las
promesas que hizo Francia para detener sus ensayos nucleares en el Pacífico, la
Corte Internacional de Justicia las tomó como acto unilateral que generaba
efecto jurídico, ante la demanda presentada por Australia y Nueva Zelanda, tras
encontrar niveles de radioactividad en sus territorios.
Para que esto ocurra hay
algunos requisitos básicos, como, por ejemplo, que se haya desarrollado una
negociación formal, que se haya hecho la propuesta propiamente tal y generado
alguna especie de compromiso mutuo. Si uno revisa los actos unilaterales de
Chile, el que más se acerca a eso es Charaña (1975), porque hay una oferta
formal de nuestro país de entregar un corredor, pero el argumento de Chile es
que no alcanzó a llegar más allá de una mera negociación porque Bolivia no lo
ratificó. Ahí va a ser muy interesante qué decide la Corte”, señala el profesor
Víctor Hugo García.
No quiso “traicionar” a Perú
¿Qué tanto le hemos
ofrecido a Bolivia? es la pregunta que ronda en el ambiente. O mejor dicho,
¿tanto le hemos ofrecido que ese país ganó con ese argumento el derecho a que
un tribunal internacional decida si obliga a Chile a sentarse a una mesa
negociadora?
“Chile se ha abierto
varias veces a negociar con Bolivia, porque tiene conciencia que dejarla
enclaustrada es más un problema que una solución”, manifiesta el profesor
Mauricio Rubilar. Sin embargo, agrega que el problema del país altiplánico ha
sido no aceptar que en esas negociaciones debe compensar a Chile. “Su tesis ha
sido que nuestro país generosamente debe darle una salida al Océano Pacífico
sin ninguna ganancia a cambio”. Y añade: “El juicio crítico de la historia dice
que Bolivia tuvo varias oportunidades para obtener lo que tanto anhela, pero no
ha sido inteligente, ni práctica ni ha estado dispuesta a pagar ciertos costos.
Tampoco ha tenido la capacidad de generar en Perú una aceptación previa de las
propuestas chilenas”.
Recuerda inmediatamente
lo ocurrido durante la Guerra del Pacífico. Era el gobierno de Aníbal Pinto
Garmendia. Su ministro Domingo Santa María vio la importancia de generar lo que
se conoció como la “política boliviana”, que en palabras simples buscaba sacar
a Bolivia de la alianza que tenía con Perú en ese conflicto armado y en
compensación darle una salida al mar por territorio peruano.
Todo esto sucedió en octubre
de 1880, en el contexto de la propuesta de paz que Chile estaba presentando a
Perú y Bolivia con la mediación de Estados Unidos. Bolivia, sin embargo, no
quiso aceptarlo para no traicionar a su aliado. “Ésta no va ser la primera vez
que Bolivia pone sobre su interés marítimo un principio, en este caso, la
alianza con Perú”, enfatiza el profesor Rubilar.
Esa intención chilena es
recordada también en El Libro del Mar donde se destaca una declaración de Santa
María en que la que sostiene lo siguiente: “No olvidemos por un instante que no
podemos ahogar a Bolivia... Privada de Antofagasta y de todo el Litoral que
antes poseía hasta el Loa, debemos proporcionarle por alguna parte un puerto
suyo, una puerta de calle, que le permita entrar al interior sin zozobra, sin
pedir venia...”. Lo que omite el texto es que fue el gobierno boliviano el que
no aceptó aquella propuesta chilena.
1895, el peor error de Bolivia
Tras este fracaso, se
intentaron nuevas negociaciones. Finalizó la guerra, y desde el Tratado de Tregua
de 1884 con Bolivia hasta 1904, hubo otros intentos para terminar con la
mediterraneidad boliviana. Ahí aparece una de las más concretas, en 1895, que,
por cierto, también fue rechazada por el país que hoy conduce Evo Morales.
El ex senador y actual ministro
del Tribunal Calificador de Elecciones, Mario Ríos Santander, califica este
rechazo como uno de los grandes errores cometidos por Bolivia.
Sostiene su argumento en
un episodio narrado por José Miguel Concha, diplomático e historiador chileno,
que ubica a Chile, a fines del siglo XIX, en una clara disposición de resolver
el “encierro” altiplánico.
Los ex presidentes
Pinto, Santa María y Montt creían firmemente que el “problema boliviano” debía
tener solución. En mayo de 1895, durante el gobierno de Jorge Montt Álvarez,
Chile ofreció a Bolivia que: “Si a consecuencia del plebiscito que haya de
tener lugar, en conformidad al Tratado de Ancón o en virtud de arreglos
directos, adquiriese la República de Chile, dominio y soberanía de los
territorios de Tacna y Arica, se obliga a transferirlos a la República de
Bolivia en la misma forma y en la misma extensión que los adquiera…”. También se deja constancia que “si Chile no
se viese recompensado en el Plebiscito, asume el compromiso de entregar a
Bolivia la caleta Vítor hasta la quebrada de Camarones u otra análoga”. Esto
último equivalía a aproximadamente 80 kilómetros de costa, explica Mario Ríos
Ese
año, Chile estaba en conflicto con Argentina por la soberanía de la Puna de
Atacama. Por lo tanto este ofrecimiento obedeció a una estrategia para evitar
que se acrecentara una naciente amistad boliviana-argentina y también por el
temor de una triple alianza argentina-Perú-boliviana en contra de Chile.
¿Por
qué Bolivia no aceptó esta proposición que era tan conveniente? Mario Ríos
responsabiliza de este fracaso a los argentinos y a la credulidad boliviana.
“Los argentinos convencieron al gobierno boliviano de no aceptar lo propuesto
por Montt. Les dijeron que iniciarían una guerra en contra de Chile, tras lo cual
devolverían a Bolivia todos los territorios que supuestamente Chile les había
arrebatado durante la Guerra del Pacífico: 400 kilómetros de costa y 120 mil de
territorio. Bolivia convencida, rechazó el ofrecimiento chileno. “Aunque
analistas bolivianos de esa época bregaron hasta lo imposible para que se
aceptara nuestra proposición, las autoridades prefirieron creerles a los
argentinos, perdiendo su alternativa marítima”, manifiesta Mario Ríos.
La
versión sostenida en El Libro del Mar dice que fue Chile quien no honró lo
comprometido en 1895.
Un asunto trilateral
Pasarían
muchos años antes de tener nuevamente noticias de Bolivia. El hito, dice
Mauricio Rubilar, fue el fin de la Primera Guerra Mundial. “Con los cambios
territoriales que por causa del término de ese conflicto se estaban produciendo
en Europa, Bolivia vio una oportunidad para cambiar tratados o realidades
territoriales previas. Por ello en 1920 recurrió a la recién constituida
Sociedad de Naciones (SDN) para solicitar la revisión del Tratado de
1904”. Chile se opuso a su inclusión en
la agenda, por la cual Bolivia reiteró su demanda en 1921, pero finalmente ésta
fue declarada inadmisible, ya que la Asamblea General de la SDN no era
competente para modificar lo que había sido pactado en 1904.
Más tarde vendrían notas
diplomáticas y declaraciones durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma,
donde, según Bolivia, se expresaban voluntades para buscar fórmulas de solución
a su enclaustramiento. También se menciona 1926. Tres años antes de la firma
del Tratado de Lima, de 1929, entre Chile y Perú, que determinó que Tacna
regresaba a la soberanía peruana y Arica quedaba para Chile. Ambas naciones
también suscribieron un protocolo complementario según el cual ninguno de los
dos Estados podía ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los
territorios divididos, sin acuerdo previo de la contraparte. Esta disposición,
según ha argumentado Chile convirtió el asunto del acceso soberano al mar de
Bolivia en un tema trilateral.
Perú dijo no
En 1946 acababa de
asumir como Presidente de Chile Gabriel González Videla. Acá una gestión
diplomática iniciada por Bolivia puso otra vez el tema en la agenda de ambos
países. “González Videla tenía conciencia de que la mediterraneidad de su
vecino generaría de una u otra forma dificultades para sus relaciones. Por eso
se abre a negociar, pero también ve en estas tratativas, una oportunidad para
desarrollar el norte de Chile económicamente, porque la aproximación está dada
fundamentalmente para obtener como compensación el acceso a aguas bolivianas”,
explica Mauricio Rubilar.
La alternativa que
ofrecía Chile era un corredor por el norte de Arica, a cambio del uso de las
aguas del lago Titicaca. Perú se opuso al acuerdo argumentando que éstas eran
de uso exclusivo de Perú y Bolivia y que, por tanto, esta última no podía
disponer de ellas.
Ante este reclamo,
Bolivia aclaró públicamente que nunca comprometió las aguas del Titicaca en
favor de Chile.
Víctor Hugo García
explica que, aunque en este caso se avanzó en una propuesta concreta, lo de
1950 no entraría dentro de lo que se entiende como acto unilateral del Estado
chileno, porque el ofrecimiento fue una respuesta a un requerimiento boliviano.
El contexto de Charaña
En 1975, las relaciones
que Chile mantenía con sus vecinos no eran precisamente amigables. El gobierno
peruano de Velasco Alvarado había fijado como plazo 1976 para ejecutar su
invasión a Chile con el objetivo de recuperar lo perdido durante la Guerra del
Pacífico.
En su libro Historia de
Chile, los investigadores Alejandro Concha y Julio Maltés, relatan que este
presidente peruano, que asumió el poder tras un golpe militar de carácter
izquierdista, inició en esa fecha una renovación de los arsenales de guerra
mediante armamentos y equipos de procedencia soviética. Como ejemplo mencionan
a su Fuerza Aérea, cuyo poder se había incrementado notablemente con
escuadrillas de modernos aviones MIG de combate.
“La superioridad militar
del Perú era evidente. Nuestro país en 1975 vivía una crisis por el tema del
petróleo. La economía había caído un 12 por ciento, por lo que no estábamos en
condiciones de iniciar una guerra”, explica Víctor Hugo García. A ello había
que agregar los problemas con Argentina por el Beagle, situación que en ese
momento estaba sometida al arbitraje de la Reina Isabel II de Inglaterra.
En ese contexto, la
cancillería chilena echó a andar un plan para aislar el foco de tensión con
Perú. Parte central de esa estrategia se centraba en restablecer las relaciones
con Bolivia, entonces dirigida por el General Hugo Banzer.
“En una decisión
geopolítica se intenta separar a Bolivia de la influencia peruana iniciando
conversaciones para resolver su mediterraneidad. Fue una cuestión casi de
supervivencia, porque lo más probable es que si se hubiese iniciado un
conflicto bélico nuestros vecinos se unían: Perú ya tenía una fecha fijada,
Argentina estaba a la expectativa y Bolivia se hubiese sumado para solucionar
su tema”, sostiene el profesor García.
La conversación a solas de Pinochet y Banzer
El 8 de febrero de 1975,
Hugo Banzer abordó muy temprano su helicóptero para trasladarse a la localidad
de Charaña. Una ligera llovizna caía ese día sobre esta vieja estación de
trenes ubicada a 400 metros de altura. Lo mismo hizo desde Chile Augusto
Pinochet.
El relato, según cuenta
Mario Ríos, es del ex ministro del régimen militar, René Vidal Basauri, en ese
entonces edecán de Pinochet. Los demás representantes del gobierno boliviano
viajaron en tren desde La Paz, al igual que sus pares chilenos, quienes usaron
este mismo medio, pero desde Arica.
Ambos gobernantes
acompañados de sus edecanes llegaron a la cita una hora antes que sus
comitivas, por lo que tuvieron tiempo para conversar a solas sobre el tema.
“El general Vidal me
contó que el diálogo no tuvo ninguna diferencia con lo que después se hizo
público, que se dio en un ambiente cordial, pues de parte de ambos mandatarios
existía una genuina intención de llegar a un acuerdo”, rememora Mario Ríos.
Ese día firmaron una
declaración donde los estados “se abrían a buscar fórmulas para los asuntos que
ambos países confrontaban”, como se señala en El Libro del Mar. Éstos eran una
probable salida soberana al Pacífico para Bolivia, pero también el restablecimiento
de relaciones diplomáticas, que habían quedado interrumpidas en 1962, cuando
Bolivia acusó a Chile de apropiarse de las aguas del río Lauca.
La cita pasó a la
historia como el Abrazo de Charaña, por la imagen donde se ve a ambos
gobernantes, vestidos con impecables atuendos militares, fundidos en un abrazo,
tras la firma de la declaración, donde según destacó la prensa boliviana,
“quedaba sellada en forma definitiva, el porvenir de ambas naciones en estrecha
amistad, con el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la promesa de
avanzar hacia una salida soberana al mar para Bolivia”.
En agosto de ese mismo
año, Hugo Banzer entregó su propuesta. Consistía en la creación de un corredor
entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de Arica. Pedía,
además, un territorio soberano en la costa -como una especie de enclave- en
Iquique, Antofagasta o Pisagua.
La respuesta chilena
llegó en diciembre de 1975, pero sólo accedía a entregar una franja de tierra
entre la Línea de la Concordia y Arica.
Se mencionó, además, que los altiplánicos debían autorizar a Chile a
utilizar las aguas del río Lauca.
Según cuentan los
investigadores Concha y Maltés, Banzer comenzó a enfrentar la animosidad de un
grupo de políticos de su país que incluso criticaba los puntos que ellos habían
propuesto en la negociación.
Perú hace sentir su presencia
En este clima aparece
Perú, que facultado por el tratado de Lima 1929, entrega su opinión sobre las
negociaciones chileno-bolivianas. Propuso crear un triángulo de soberanía
compartida por los tres países en Arica.
Chile ni siquiera
contestó, porque esa idea implicaba que Perú se involucrara definitivamente en
el control de territorio chileno. Las negociaciones se estancaron, y ante la
ausencia de una respuesta, Bolivia rompió sus relaciones diplomáticas con Chile
en marzo de 1978. El país de Evo Morales culpó a Chile del fracaso de aquella
negociación. Nada dijo públicamente sobre Perú.
La lección de Evo
Ya en democracia,
durante el gobierno de Ricardo Lagos se socializa la idea de negociar con
Bolivia “mar por gas”. En esta época fue cuando el mandatario chileno, tras el
emplazamiento que Carlos Mesa hizo a Chile en la Cumbre Extraordinaria de las
Américas (2004) para trabajar en una solución "definitiva" a la
histórica demanda marítima, pronuncia su célebre frase: “Si de diálogo se
trata, ofrezco relaciones diplomáticas aquí y ahora".
Las conversaciones
sostenidas durante este período hablaron de entregar en concesión una especie
de enclave para Bolivia por 99 años, a cambio de que ésta abasteciera de gas a
Chile. “Incluso se mencionó que Chile podría financiar el gasoducto desde
Tarija a Patillos[VHGV1] , pero esta oferta encontró un férreo rechazo de parte del
cocalero Evo Morales, quien se opuso a estas tratativas que, según él, ponían
en juego las riquezas nacionales. Desde ese momento, Morales se alzó con un
discurso ultranacionalista y, hábilmente, tomó la demanda marítima como una
bandera política”, aclara Víctor Hugo García.
En
el próximo gobierno, con Michelle Bachelet liderando el país, se concretó la
llamada Agenda de los 13 puntos, en la que según Evo Morales recibió de la
mandataria la oferta concreta de un enclave marítimo. Así lo dio a conocer
durante una entrevista concedida a Radio Bío-Bío en Nueva York, cuatro días del
fallo de La Haya, en septiembre último. Allí
sostuvo que “la compañera Ana María Campero, que en paz descanse, viajó varias
veces a Chile e, inclusive, en uno de esos viajes, con un delegado de Michelle
Bachelet sobrevoló el área donde sería la posible salida (al mar)”, reveló.
“La Agenda de los 13 puntos es genérica en su planteamiento. Básicamente
sostiene que hay un escenario diplomático para conversar sobre los temas
pendientes, incluido el marítimo, pero en ella no se menciona cómo y en qué
condiciones. Lo que tal vez podría ser delicado en este punto es que se puso en
una agenda de trabajo bilateral el tema de una salida al mar, con lo que
indirectamente se está reconociendo que el otro tiene un problema del que hay
que conversar”, enfatiza García.
Mauricio Rubilar opina que Evo Morales esperó con mucha ilusión
y “bastante inocencia” concretar alguna solución a su demanda con Michelle
Bachelet”. Varios fueron los encuentros bilaterales en los que el mandatario
boliviano aseguraba, animado, que “nuestros problemas históricos los estamos
solucionando mediante el diálogo, amistad y confianza”. Cada cita era sellada
con imágenes donde se les envía conversar animadamente, con una cercanía que
hace varias décadas no habían logrado dos presidentes de Chile y Bolivia.
Sin
embargo, las conversaciones se extendieron y las promesas se diluyeron en el
tiempo, tal como ocurrió con la amistad que se profesaban ambos líderes.
Así
llegó a su fin el primer mandato de Michelle Bachelet, sin que Morales pudiera
tener su porción de mar soberano. Bolivia, después, culpó a Sebastián Piñera de
no querer reanudar el diálogo.
“Evo sacó una lección de lo comprometido en la Agenda de los 13
puntos, que podría explicar el cambio de estrategia que asumió ante este tema,
pues dejó de esperar algo de Chile, y prefirió obligarlo a negociar a través de
un organismo internacional”.
¿Tiene razón Bolivia al
señalar que estos actos unilaterales del Estado chileno tienen un efecto
jurídico que implique que hoy debamos ceder territorio? Mario Ríos contesta con
un no rotundo. “No tenemos obligación alguna de llegar a un acuerdo con
Bolivia, porque ya lo hicimos en 1904”, sostiene. En cambio, aboga por la
conversación de “pueblo a pueblo” para abrir caminos, por ejemplo, hacia el
restablecimiento de relaciones diplomáticas
“Nos hemos criado oyendo
al presidente de turno boliviano atacando al presidente de turno en Chile. Por
eso es oportuno que los pueblos, entiéndase las ciudades, sus autoridades, las universidades,
comiencen a conversar, porque así se llega a acuerdos más fácilmente que en el
ámbito de los gobiernos”.
¿Podría esta vez Bolivia
obligar a Chile a sentarse a conversar sobre su demanda? Mauricio Rubilar
argumenta que en las relaciones internacionales los países siempre están
sosteniendo conversaciones o, incluso, fijando protocolos, pero que ello en
ningún caso determina una obligación. “En el ámbito de las relaciones
diplomáticas, a menos que utilices la fuerza, no puedes obligar al otro, sino
que todo es producto de una negociación, donde los resultados son actos
voluntarios de las partes”.
Sobre la lectura que Chile
hizo del reciente fallo, donde se asegura que la soberanía nacional no está en
cuestionamiento, Víctor Hugo García advierte que no hay que perder de vista la
interpretación boliviana, que, aunque reconoce que la Corte Internacional no
puede predeterminar un resultado, establece que jurídicamente es imposible que
se divida en dos la demanda.
Ya lo ha manifestado
latamente el vocero Carlos Mesa: “Chile tiene la obligación de negociar para
otorgarle a Bolivia un acceso soberano al mar. Ésa es la demanda completa y la
Corte no la puede partir en dos", ha sentenciado.
De allí que el profesor
García manifiesta que para que la Corte determine si Chile tiene o no la
obligación de negociar, ambas partes se centrarán en tratar de demostrar o de
refutar si los actos unilaterales del Estado chileno generan obligaciones
jurídicas.
La discusión entonces se
dará con libros de historia en mano. Se desempolvarán documentos donde se
recordará, con detalle, las notas diplomáticas, declaraciones, promesas o
acuerdos donde alguna vez se mencionó una salida soberana al Pacífico para
Bolivia. Y cuando venga el fallo, que se cree no sería antes de dos años, será
un grupo de jueces internacionales el que decidirá la validez jurídica de lo
que alguna vez algún mandatario chileno, por diversos intereses, decidió
brindar a su vecino.