martes, septiembre 20, 2005

La Globalización y el Futuro de la Nación

LA GLOBALIZACION Y EL FUTURO DE LA NACION
COMO FORMA DE ORGANIZACION HUMANA




VICTOR HUGO GARCIA VALENZUELA*

Contradictorio, confuso pareciera el mundo que estamos presenciando al final del segundo milenio de Historia Occidental. Por lo mismo, la realidad mundial que tiene como eje al mundo occidental aparece como una fuente inapreciable para quienes reflexionamos y desarrollamos nuestro quehacer en el área de las Humanidades y las Ciencias Sociales: la caída de los Imperios, el resurgir del nacionalismo, los problemas demográficos, la propagación del hambre y la preocupante perspectiva de un medio ambiente cada vez más deteriorado, aparecen, entre muchos otros, como temas de capital importancia.
En esta realidad cambiante la idea capital pareciera ser la globalización de los fenómenos. Ya no sería posible la defensa absoluta de los particularismos que en la realidad organizacional de las sociedades están constituidos por la naciones. En la perspectiva de la globalizacion, tenemos hoy en día:
La globalización de los fenómenos económicos.
La globalización del sistema político.
La defensa de la Ecología como planteamiento general.
La defensa de los Derechos Humanos.
La globalización de las comunicaciones.
La defensa de las diversas minorias
Todos ellos elementos, emergentes como universalismos, que cada vez más atentan contra la identidad nacional. Conocida es la tesis del cientista político norteamericano Francis Fukuyama en el sentido de que estaríamos presenciando la universalización de la democracia liberal de Occidente como la última forma de gobierno humano, conjuntamente con la universalización del capitalismo liberal, como forma de organización económica, la llamada economía social de mercado o neoliberalismo, como se la quiera llamar .
Para el filósofo francés Jean Daniel la globalización es un fenómeno irresistible, tendencia que no discutiremos, sólo pretendemos reflexionar sobre sus efectos, las consecuencias que la misma genera o puede generar sobre la identidad nacional y la Nación en si . En este contexto, la problemática que queremos plantear es el rol, el destino que espera a la Nación como forma de organización humana. Virtualmente desde el siglo XVIII se acepta como principio general que la humanidad esté organizada en naciones y es precisamente esta forma de organización la que sigue ocupando el protagonismo, sea porque las nuevas realidades la están afectando directamente, sea porque renace con inusitada fuerza y se desarrolla vigorosamente en aquellas zonas donde aún no encontraba plena expresión.
Está claro que la Nación como un absoluto, como la única fuente de progreso material y espiritual de los hombres ya no es tal. En este sentido, la globalización de las comunicaciones está rompiendo el marco fijado por la organización nacional. Las realidades del mundo de las redes informáticas y de los medio de comunicación ejerce notable influencia en los noventa; ya no sería posible el ideal autárquico, en el más amplio sentido del concepto, o el afán por imponer modelos culturales y sociopolíticos desvinculados del efecto demostración y de las inevitables influencias en tal sentido por parte de otras instancias. Sin embargo, el ideal de la aldea global no es tan simple y su concreción, si es que alguna vez es posible, sólo puede remitirse a determinadas áreas de la intercomunicación entre naciones y culturas. En este sentido, no podemos sino coincidir con el filósofo Jean Boudrillard para quien la interconección que se está dando en nuestro mundo provocará movimientos, no precisamente suaves, que busquen preservar la singularidad étnica, lingüistica o cultural.
Si la gran tendencia inmediata pareciera ser la globalización, la interconección o la descontrucción , también es claro que hasta el presente no ha surgido una forma alternativa de organización al esquema definido por la Nación, con la identidad implícita en ella, y todos los intentos por superar dicha realidad encuentran inconvenientes que terminan por estancarlos o neutralizarlos definitivamente. El ejemplo más decidor en esta materia, en el ámbito político y territorial, es la serie de obstáculos que se han presentado al proceso de consolidación de la Unión Europea o Europa de Maastricht y la enconada oposición por parte de algunos gobiernos europeos para liberalizar la cultura, en términos de libre intercambio, durante las negociaciones que finiquitaron la llamada Ronda Uruguay del GATT y que dieron por resultado la fundación de la Organización Mundial de Comercio. "Pensábamos que con la caída del fascismo en Italia, del nacionalsocialismo en Alemania y del bolchevismo en los países del Este europeo los problemas nacionales se podrían resolver fácilmente en el ámbito de una libre confederación europea. La realidad ha demostrado ser muy distinta. Rechazamos una cultura socialista en el contenido y nacional en la forma, pero estamos también en contra d una ho,ologación, en acto ya en los países occidentales, en detrimento de las identidades nacionales particulares" .
Para quienes buscan centrar los análisis y las problemáticas fuera del marco estrictamente nacional el determinismo de Fukuyama les incomoda profundamente y si la realidad internacional, antes de 1989, estaba marcada por la Guerra Fría hoy en día nuevas contradicciones mantendrán latente el conflicto y actuarán por sobre la realidad que determina la Nación. Si ya no es la pugna EEUU-URSS, geopolítica o geoestratégica, será la pugna Norte-Sur ( Jean Cristophe Rufin ) , concepción geoeconómica, y si ya no es el enfrentamiento entre Marxismo-Leninismo y Democracia Liberal será el enfrentamiento entre civilizaciones ( Samuel Huntington ) , concepción geocultural.
En el primer caso se estaría dando lo que también el autor ha llamado la "rebelión de los ricos", incorporando igualmente en su análisis el marco nacional. Los países desarrollados, de acuerdo con esta interpretación, ya no están interesados en la cooperación y estarían concibiendo al Sur como una amenaza, que el subdesarrollo del área es motivo para encerrarse y protegerse, lo que implicaría también presentar el análisis a nivel planetario: un Norte próspero y un Sur pobre y bárbaro . En el marco de algunas naciones y estados dicha variable también presentaría influencia, destacando los ejemplos de Italia y Yugoslavia. En el norte italiano, industrializado y plenamente desarrollado últimamente se están planteando insistentemente tesis de corte federalista o derechamente separatista en sus relaciones con el sur, menos desarrollado y predominantemente agrícola; el norte del ex estado Yugoeslavo, formado por las naciones Eslovena y Croata, zonas preferentemente industriales con niveles culturales, como standard de medición general, superiores al resto de las otras nacionalidades y una tradición que les vincula claramente al mundo Occidental, entre otras razones, se cansó de financiar al sur agrícola que presenta un desarrollo menor en las áreas industrial y cultural y que está conformado por Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. Ello, por supuesto, al margen del hecho que el ex estado yugoslavo era un mosaico de nacionalidades y de que Eslovenia y Croacia constituyen naciones por sí solas.
La segunda interpretación postula que los conflictos futuros estarán determinados por las fricciones entre civilizaciones, concretamente la occidental con las no occidentales: musulmana, confuciana, hindú, budista y, en este contexto, occidente debe tratar de mantener sus posiciones, aprender a adaptarse en un mundo en el que el equilibrio de poder estaría pasando a manos de otros . Las fricciones estarán centradas en los modelos de organización cultural, religiosas y sociopolíticas que se deben adoptar. "Tales conflictos civilizacionales son la última fase en la evolución del conflicto en el mundo moderno. Los conflictos que emergieron dentro del sistema internacional moderno con la Paz de Westphalia en 1648 se dieron entre los príncipes, entre las naciones estado y, en este siglo, entre ideologías. Estos conflictos, incluyendo la larga Guerra Fría entre la democracia liberal y el marxismo-leninismo, han sido aptamente descritos como "guerras civiles occidentales" .
Sin embargo, las dos interpretaciones expuestas más bien parecen un intento por explicar la nueva realidad internacional tras el desplome de los regímenes marxistas de Europa Central y la desintegración de la Unión Soviética. Si las tesis propuestas se muestran correctas, ( ellas ) no invalidan el rol de las naciones, rol también necesario en el soporte de las estructuras o macorrealidades propuestas, sean éstas geoeconómicas o geoculturales. La primera argumentación invalida cualquier intento por presentar dichas interpretaciones como realidades que neutralizen o superen la organización nacional.
Consideramos que toda esta macrorrealidad existe de una u otra manera en el mundo de fines del segundo milenio, pero que por sobre todas ellas persistirá la realidad nacional, la Nación como ente organizacional y realidad protagónica del quehacer humano. Y ello no sólo por ser forma de organización, sino que también por ser expresión de elementos tan propios del ser humano desde tiempos inmemoriales como la cultura , las costumbres , el lenguaje, la tradición histórica , experiencias que le son privativas, peculiares y difícilmente repetibles con las mismas características en otros grupos nacionales. Conjuntamente con ello, y a pesar de todo, los hombres seguirán desarrollándose en territorios determinados, base del patriotismo - la nación está muy influenciada por la territorialidad y no sólo por ser una organización territorial sino tambien pr la significancia del mismo para su pervivencia o bienestar - la convivencia del grupo humano seguirá generando tradiciones y experiencias históricas comunes que los diferenciarán de otras agrupaciones y el lenguaje persistirá como irreemplazable fuente de comunicación y expresión de sentimientos colectivos, sin que por ello estemos propiciando el idioma y el lenguaje como elementos determinantes en la teoría nacional.
Con cambios, con transformaciones y adaptaciones, por supuesto, ya que como toda variable histórico - sociológica, la Nación está expuesta a ellos y debe asumir las modificaciones que las realidades locales y mundiales le imponen, tal como por lo demás ha ocurrido en la experiencia tenida hasta hoy. Ahí tenemos los ejemplos de la ex Yugoslavia y la ex Unión Soviética Europea, en donde existían nacionalidades que se consideraban sometidas o que asumían que todavía no habían podido cumplir el rol que según ellas les corresponde, siendo el principal de ellos organizar un Estado nacional independiente, que le permita desarrollarse libremente en el concierto de naciones o el ejemplo de la Europa de Maastricht, cuya principal implicancia es precisamente la virtual neutralizacion de las naciones como entes autónomos y absolutos en materia política, económica y cultural.
En el ámbito económico el estadounidense Alvin Toffler plantea la pérdida de poder para las naciones-estado en favor de las multinacionales o grandes compañías transnacionales. En su concepto, las razones económicas de la existencia de la Nación ven disminuida su importancia por la globalización de la economía de mercado. Argumentación que por cierto no invalida la preservación de las variables o justificaciones históricas y sobre todo culturales de la naciónes. Estas no constituyen meros fragmentos de un mercado mundial globalizado en donde los valores parecieran ser el consumismo desenfrenado, el materialis_-__ el sensualismo.
Como fenómeno con alcances planetarios la problemática de la Nación, y por extensión el nacionalismo, no sólo implica al grupo humano sino que también está indisolublemente ligado con el problema del Estado, el Estado-Nación o Estado Nacional. La identidad nacional principalmente se manifestó y concretizó en un estado, con tales características, y hoy en día pareciera que es la estructura política la que está sufriendo las mayores presiones en el plano de la internacionalización. El grupo humano, la Nación, seguirá siendo la base sobre la cual se pueda mantener, transformar o erigir cualquier tipo de organización superior en la sociedad humana.
La disyuntiva que actualmente puede parecer una variable en abierta contradicción, localismo-mundialismo, nacionalismo-universalismo, encuentra también su fundamentación en los orígenes mismos del fenómeno en cuestión, La concreción y desarrollo del Estado Nacional se presenta con una doble vertiente; por un lado, la tendencia universalista, de corte liberal, sustentada en el Estado de Derecho y la democracia, tendencia que pareciera tener más fuerza hoy en día, pero que no anula el ser nacional, que no nos habilita para hablar de identidades postnacionales; de otro, la tendencia particularista, propia de la individualidad de la Nación, surgente por contraste en su relación con el mundo externo, en su contacto con los otros . para el ya mencionado Jean Daniel, el nacionalismo de fines de siglo XX se explica en gran parte por la reacción de temor y de pérdida de la identidad ante un mundo que avanza hacia la globalización, hacia la unidad, variable que provocaría el lógico sentimiento de refugiarse en la etnia o la nación.
La existencia de una serie de variables universalizantes en esta época de globalización no impide para que la identidad nacional se pueda dar en dicho marco y de acuerdo con sus peculiaridades sociopolíticas y culturales. Lo que sí debe escapar al esquema celular de la Nación es el diagnóstico y neutralización de las variables globales con carácter más negativo, como el hambre, el crecimiento demográfico desmesurado en algunas áreas del planeta y la explotación irracional de los recursos naturales, entre otros.
En el contexto descrito, adquiere especial relevancia la cultura, variable fundamental en la existencia y subsistencia de los grupos nacionales. Es ella la que enfrenta los mayores peligros en la era actual de las globalizaciones, debiendo ser una preocupación primordial de las élites intelectuales de la Nación el que ella persista y se enriquezca, interactúe, pero sin permitir jamás que sea reemplazada por simbolismos huecos, artificiales y alienantes o que degenere en un materialismo sin sentido. No podemos y no debemos desentendernos de nuestra Historia, nuestra cultura, nuestras experiencias comunes, principales tesoros a cautelar. Por el contrario, debemos potenciarlas e impedir que sean transformadas en caricaturas o que se imponga la cultura de mercado, formada básicamente por las teleseries, la música popular, etc. se entronize como la principal preocupación de la sociead y de los medios de comunicación. No nos oponemos al multiculturalismo, pero como entidades históricas, las naciones generan sus propias experiencias, sus ritos característicos, originados al son del hacer y de la convivencia; además, en un esquema de interrelación, de interdependencia o universalización de modelos organizacionales y culturales, la tendencia lógica es el predominio del más fuerte o del que presenta mayor cantidad de recursos materiales y espirituales para imponerse en un plano que es la base del ser mismo.
Lo que el filósofo canadiense Charles Taylor llama el ideal de autenticidad se puede aplicar en nuestro análisis, es decir, la búsqueda y la predominancia de las formas particulares de ser, de las experiencias propias, sean ellas culturales o históricas, sin dejarse llevar por formas modélicas de otros, por muy respetables que ellas sean. Lo anterior no significa desentenderse del marco general, sea éste territorial, cultural, económico o sociopolítico; sólo postulamos la necesaria interrelación que permita enriquecer la identidad nacional y posibilite su difusión al resto del mundo nacional. Es en este contexto en el cual postulamos el desenvolvimiento de la identidad nacional y por lo tanto su persistencia en el siglo XXI.

No hay comentarios.: